Cuando fui alumna del Altamira
“Dejadme entrar, que bien puedo, en consejo de los hombres…” aún recuerdo con añoranza los versos de Fuenteovejuna que el profesor de literatura me hacía repetir delante de toda la clase cada día. En su momento no entendía el porqué de tanta repetición, ahora (…unos cuantos años después…) lo veo claramente, en la vida tienes que enfrentarte a situaciones que no siempre te resultan cómodas, pero hay que sacar pecho y dar la cara. Hablar delante de mucha gente no siempre es sencillo, y gracias a este ejercicio, del que todavía me acuerdo, puedo hoy día afrontar esta situación en mi trabajo. Soy Bióloga Molecular y trabajo para un Centro de Investigación del CSIC, estudié en este colegio BUP y COU del 93 al 98. Fueron cuatro años repletos de pequeños instantes que han ido marcando el camino de lo que soy ahora. Puedo decir que me dedico a lo que me gusta y el alto nivel de enseñanza que me ofreció el colegio Altamira me facilitó mucho el camino hasta llegar aquí. Aún recuerdo los buenos ratos que pasábamos a escondidas en las escaleras de la última planta del colegio, durante los fríos recreos de invierno (‘ ¿os acordáis chicas?’), o también aquellos partidos de voleibol de la clase de Educación Física, que alargábamos durante el recreo. De las excursiones de convivencia que hacíamos con todos los cursos, para superar las pruebas de una yincana, la de curiosidades que aprendí de esta manera de algunas ciudades… y cómo confraternizábamos con alumnos mayores o más pequeños que nosotros, que por un día éramos todos del mismo equipo.
He pasado muchos momentos dulces en este colegio y también amargos, desgraciadamente, mi padre falleció de un accidente de tráfico cuando yo cursaba 3º de BUP, pero tengo que decir que gracias a compañeros, profesores y personal no docente del centro, esos momentos se hicieron menos duros, me ayudaron a mirar para adelante y sortear con fuerza cuando, no una piedra, sino un muro enorme se cruza en tu camino. Recuerdo con cariño las clases de informática, como el “profe” nos iba enseñando a medida que él iba aprendiendo también, ya que era un mundo novedoso, en el que él estaba comenzando, pero nos transmitió esa ilusión, esa emoción, ese afán de superación a la par que aprendíamos esa nueva asignatura. Y podría llenar hojas y hojas de estos recuerdos, mi primera Zarzuela de la mano de una de las “profes” que organizó una salida algo extraoficial, pero que hacía que tuviéramos al alcance vivencias que de otra manera nunca las hubiéramos disfrutado.
Eso es lo que quiero para mis hijos, quiero profesores implicados, profesores que avanzan con las nuevas tecnologías y nuevas metodologías de enseñanza, quiero el ambiente de compañerismo, respeto y como no diversión que respiré yo durante mi paso por el colegio. Por eso decidí que la educación de mis hijos se impartiría en el Altamira, ya que confío que aunque muchos de los profesores que yo tuve ya no están, se continúa sobre esta línea y tanto los antiguos profes, como los nuevos, como los que están por venir, sigan con ese espíritu emprendedor, que transmitan esas ganas de aprender y esas ganas de superarse que me transmitieron a mi antaño.